Comunicación Dialéctica vs Dialógica

La mayoría de los intercambios de comunicación humana se realizan de manera dialéctica. Esta puede ser la explicación para la existencia de tantos malentendidos y conflictos, pues se trata de un intercambio simétrico de exposición de argumentos que se orienta a intentar tener razón, a convencer (vencer racionalmente). Pero, si hay vencedores, eso también implica la existencia de perdedores que muy raramente quedan satisfechos y tranquilos. No es extraño que los intentos de imponer la verdad subjetiva (para los demás) como si fuera objetiva (lo será para nosotros), compliquen mucho la obtención de cualquier acuerdo.

La comunicación dialógica empieza por adaptarse al modo de comunicación del interlocutor y respetar (no necesariamente compartir) sus puntos de vista. Al adaptarse al modo de pensar y de comunicarse del otro (no confundir con modelar o espejar), dejamos naturalmente de tener una actitud simétrica y adoptamos una posición complementaria que minimiza la confrontación inicial. La capacidad de distinguir lo que es diferente, no necesariamente implica una confrontación. Cuando entendemos el punto de vista del otro, y en lo que él basa su opinión, podemos empezar por intentar incluir pequeñas reestructuraciones en su punto de vista (tal como él podrá intentar hacer con nosotros). Puede ser posible cambiar la opinión del otro a través de las razones que le ayudamos a encontrar por sí mismo, pero difícilmente a través de las nuestras.

Lejos de tratarse de una especie de programación de nuestra forma de interactuar, se traduce en una forma de adquisición automática de habilidades que inevitablemente van de encuentro a una forma mucho más agradable de comunicar, además de ser más eficaz y eficiente.

En una época que está tan de moda la búsqueda de la «felicidad» a través de prácticas demasiado introspectivas, se viene demostrando por el contrario, a través de la psicología de la interacción, que aprender a establecer puentes con lo distinto (lo que aparentemente es contrario) pude ser una llamada a la unidad, al encuentro con uno mismo y a un nuevo modo, más original, creativo y funcional de relacionarnos con la “realidad”.

¿Porqué el entrenamiento?

Conseguir ser flexible en nuestra forma de dialogar no es tan automático como se pueda afirmar y requiere algún entrenamiento. Por nuestra cultura, estamos acostumbrados a vivir y trabajar en entornos de pensamiento dialéctico en que se excluye al “contrario”, en lugar de incluirlo en un diálogo auto-creador y auto-organizador que catalice nuevos sucesos continuos y productivos.

Es posible alcanzar excelentes resultados con este método que se ha revelado fundamental para evitar el desperdicio de tiempo, y consecuentemente de otros recursos preciosos, facilitando la gestión y el éxito de todo tipo de proyectos. Se empieza por ejercicios de entrenamiento práctico y se termina, en breve plazo, por incluir esta modalidad en nuestro repertorio comunicativo.

Inicialmente paso a paso, como una forma de aprender a tocar un instrumento o a maniobrar con una máquina, el entrenamiento, la repetición de lo fundamental en pequeñas dosis crecientes acaba por transformarse en una evolución exponencial. Una vez que el método ha sido por nosotros «adquirido», pasamos a disfrutar de la libertad de decidir cómo, en qué momento y contexto utilizar una u otra modalidad de comunicación. Se termina la «tiranía» de la dialéctica.

Una breve explicación neurocientífica:

La adquisición automática de habilidades a través del entrenamiento favorece lo que se conoce en neurociencia como plasticidad sináptica. Ya se sabe desde hace algún tiempo que las conexiones sinápticas entre las neuronas no son estáticas, sino que sufren modificaciones como consecuencia de la actividad o de la experiencia previa en esas células. Así, los estímulos externos también pueden hacer que algunas sinapsis sean más potenciadas. El funcionamiento de los procesos sinápticos que colectan, almacenan y recuperan información a través del cerebro son uno de los más recientes descubrimientos de la neurociencia moderna y demuestran que el impacto del aprendizaje a través de la experiencia se ha revelado más importante que otros conceptos evolutivos.

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